No necesito pensar, como no necesito remar, solo desplazarme,
dejarme llevar, aprovechar el ritmo del oleaje. No busco un milagro por ello
debe ser que no he probado caminar sobre las aguas. Estoy en esos días en los
que me alcanza con flotar. Y digo flotar
y no salir a flote, porque no he tocado fondo, aún no. Solo he probado
sumergirme un poco en esta realidad azulada, y he tratado de elegir un rumbo, aunque con poco éxito. El oleaje me puede, por ahora, por eso elijo dejarme llevar.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Zafar
-Cuántas veces te lo tengo que decir, -dijo zamarreándolo de la remera- no quiero verte más en esa esquina jugando con esos atorrantes, que ...
-
Es difícil imaginar como se lee desde el lugar del gobernante una derrota. Pero voy a arriesgar un escenario posible: imagino al Gobernador ...
-
Una puñalada, dos puñaladas, tres puñaladas, cuatro puñaladas, cinco puñaladas; el forense hizo una pausa, levantó la mirada como buscando...
-
Una pareja pasa por la costanera. Van abrazados, como si sintieran frío. Es raro, en estos tiempos, ver parejas que caminen abrazadas. Ella...