Cómo hacer para no sentir que el
mundo se está yendo al carajo. Siempre pienso en los dinosaurios, en su tamaño
y en cómo, para el imaginario de muchos, eran animales muy fuertes y muy
peligrosos. Y pienso en cómo desaparecieron del planeta sin pena ni gloria. Si
no será fatalmente ese también nuestro destino como especie. Con tanto
tiranosaurio haciéndole daño al planeta no es arriesgado sentir que muchas de
las cosas que nos pasan son sólo un anticipo de un nuevo ciclo en el que planeta
reciclará a la especie que más daño le hace para empezar de nuevo.
Todavía me emocionan ciertas voces, todavía creo en mirar a los ojos, todavía tengo en mente cambiar algo, todavía y a dios gracias todavía. El sol quema la lengua de los lagartos, la verdad es buen veneno pa' las tripas, todavía hay mucha gente que esta viva, todavía y Dios gracias todavía. (J.C. Baglieto)
Huella
Hay que andar, dijo en tono de quien
no se propone convencer a nadie pero que tiene la convicción de que lo que dice
vale pena expresarlo. Sí, andar y no pensar tanto en lo que queda, agregó con
la vista puesta en el horizonte. Las huellas de tu pasar pueden durar, más o
menos, antes que el tiempo arrase con ellas, concluyó o por lo menos eso creí. Tal
vez sólo estaba haciendo una de sus acostumbradas pausas para que su decir no
se impusiera como una sentencia. Levanté la vista en un intento por abarcar
algo de lo que sus ojos miraban .Y sí sólo fuéramos una huella de otro pasar,
se me ocurrió pensar.
Una imagen obsesiva
La piedra era grande como una
casa. Se despeñaba (así se dice, ¿no?) y rodaba sin control haciendo retumbar
la tierra. La veíamos venir y no podíamos hacer nada. No sé cuántos metros
recorría, sólo recuerdo que, en el sueño, pensaba en cómo protegernos. Lo
pensaba mirando la piedra que yacía a unos pocos metros, como haciendo una
pausa. Podía sentir la angustia que me provocaba el pensar que, si no se
hubiera detenido, nos hubiera aplastado. Ahora, ya despierto, cuando pienso el
sueño, imagino que tal vez tenga ver con el hecho de que estuve manejando en la
ruta. Corría mucho viento. Ello, por sí sólo, ya representa una exigencia extra
para el conductor. Pero lo que más me
inquieta es otra cosa. Suelo, en estas circunstancias, prestarle mucha atención
a los camiones de carga. Pareciera que a sus cajas las hacen cada vez más
grandes. El viento sopla tan fuerte que termina dándole una ligera inclinación y
ha pasado en más de una oportunidad, que es tanta la presión, que los ha
volcado. Por suerte nunca me pasó nada. Afuera, el viento, sigue soplando. Hoy
no pienso manejar.
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