Ayer amaneció así. Y, por un instante, sentí deseos de volver atrás. A ese ayer en el que soñaba con andar cazando amaneceres, en la extensa geografía de la que me siento parte, esquivando coirones, libre como el viento.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
lunes, mayo 04, 2015
sábado, mayo 02, 2015
Pausa
Nostálgico. Extraña el viento. Teme que la quietud sea sólo un síntoma de congelamiento de esa realidad que lo aplasta. Medio desesperado, revisa en los bolsillos, y no encuentra nada que lo saque de esa pausa. Se siente como si estuviera metido en una película que otro decidió no seguir viendo. -No se da cuenta, pero lo que en realidad le pasa es que no encuentra el control remoto.
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