El fin de semana, cuando las repercusiones por la muerte de un joven aun seguían latentes en la comunidad, otro chico de El Calafate, intentaba suicidarse.
También estaba latente, el mensaje del Gobernador de Santa Cruz Sergio Acevedo, en la Cámara de Diputados, en donde anunciaba la puesta en funcionamiento de un centro de atención y tratamiento de los pacientes con problemas de adicción, reconociendo la existencia de esta problemática y planteando por primera vez, desde del gobierno, una preocupación cierta, ante lo que evidentemente nos golpea cada vez más de cerca, como es el consumo de drogas y alcohol en nuestros jóvenes y sus trágicas consecuencias.
En su edición dominical, el diario La Nación, publica una nota, en la que desnuda con crudeza, lo que, tan bien graficara la encuesta realizada el año pasado, que muestra concretamente como nuestros jóvenes en su mayoría menores, consumen masivamente alcohol en sus casa, en los boliches y en las calles de El Calafate y como un porcentaje importante, ha probado alguna vez drogas y un porcentaje menor –aunque no menos importante- lo hace asiduamente.
No es un dato menor que en menos de un año tres jóvenes perdieran la vida en El Calafate y un cuarto lo haya intentado. Como no lo es, el hecho de que se conozcan distintos caso de menores, que deben ser derivados de urgencia, por haber consumido sustancias peligrosas, todo ello, sin que nadie pueda desde las estructuras de salud, desde las áreas gubernamentales de prevención, o del lugar que sea, hacer nada para evitarlo.
También es cierto que desde que se inició este trabajo de la encuesta, para conocer la incidencia de la problemática en los jóvenes escolarizados, ya pasó más de un año y fueron muchas las voces que se levantaron desde ese ámbito, reclamándole a los responsables políticos de la comunidad que se haga algo y no solo no hubo respuesta, sino que algunos, hasta se dieron el lujo de señalar a las personas que trabajaron el tema como futuros competidores de sus mezquinos espacios políticos.
Por cierto, es difícil imaginar a las autoridades locales comprometidas con una causa, que como mínimo exige coherencia, coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, ya que, como dicen muchos jóvenes de nuestra ciudad, son los mismos dirigentes políticos de la ciudad los que promueven el consumo de alcohol en los boliches, con el fin de sumar en la noche calafatense las adhesiones políticas que con sus actos diarios no logran cosechar.
Esta claro que a esta altura de los acontecimientos, no existe ninguna duda, de que muchos de nuestros jóvenes están caminando por una cornisa y que cualquier traspié que sufran, determina la perdida de una vida o dicho más crudamente una nueva muerte. Frente a ello, en principio, es crucial comenzar a estar más atentos, en principio en el ámbito familiar, comenzando de a poco a no solo a cuidar más a nuestros hijos, sino a escucharlos un poco más.
Porque es cierto lo señalado por un docente del Joven labrador, en cuanto que, un joven antes de llegar a una instancia límite, seguramente golpea muchas puertas, puertas afectivas, puertas sociales, puertas institucionales y si no obtiene respuesta, si nadie abre o se abre para recibirlo, se queda sin salida y es ahí en donde inicia este proceso, que no pocas veces termina con su vida.
Exigirles a la familia un cambio de actitud hacia sus hijos, parece casi de Perogrullo, pero todos sabemos que no es nada fácil, para muchos padres, recuperar el espacio familiar, en el medio de la muchas veces asfixiante exigencia de la actividad turística.
Por otra parte, no está demás reiterar, los elogios hacías las personas que desde lo social están abriendo un espacio para concientización y la prevención, que a largo plazo resulta ser la mejor respuesta que la sociedad misma ofrece a los que trafican con la muerte.
Por ultimo y como parte de lo que debe ser una respuesta integral e integrada, habrá que sacudir más fuerte las puertas institucionales, para que la indiscutible vocación del gobernador por llegar a tiempo con respuesta políticas, no naufrague en el mar de burócratas que conforman el Estado provincial.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Zafar
-Cuántas veces te lo tengo que decir, -dijo zamarreándolo de la remera- no quiero verte más en esa esquina jugando con esos atorrantes, que ...
-
Es difícil imaginar como se lee desde el lugar del gobernante una derrota. Pero voy a arriesgar un escenario posible: imagino al Gobernador ...
-
Cuando reflexionamos sobre las cuestiones a tener en cuenta a la hora de formular proyectos sociales que puedan ser considerados exitosos en...
-
Una pareja pasa por la costanera. Van abrazados, como si sintieran frío. Es raro, en estos tiempos, ver parejas que caminen abrazadas. Ella...