Se quedó unos minutos parada, con las espaldas apoyadas sobre la puerta, los brazos caídos a un costado del cuerpo, la cabeza tirada hacia tras y los ojos cerrados. Se aguantó las ganas de llorar respirando bien fuerte y conteniendo el aire en sus pulmones. No vale la pena llorar por este infeliz pensó y en su cabeza dio vueltas un pensamiento recurrente en estas situaciones “cuidado con lo que dices, mira que siempre terminas arrepintiéndote”. Dio unos pasos hacía la cocina y buscó una bolsa de residuos, de esas negras y grandes tipo consorcio. Empezó con la ropa. Metió todo lo que fue encontrando, en la cómoda, en el placard, en el piso. Sobre la mesita de luz, el portarretratos los mostraba juntos, sonrientes, hasta se podría decir felices, saltando entre las olas del mar. Tomo el cuadro y pensó en tirarlo, pero su mano se fue sola hacía uno de los cajones de la cómoda y guardó allí lo que no dejaba de ser un buen recuerdo.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
A veces las decisiones apresuradas son precisamente porque las personas íntimamente no están convencidas. Así anda la humanidad, las decisiónes mas importantes son irreflexivas. El Amor requiere mucho trabajo. Interesante tu relato. Muchos saludos.
ResponderBorrarUn mal final no debería enturbiar un buen recuerdo. Buen micro.
ResponderBorrarBeso