Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros.
Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “estas ruinas,
impregnadas de la temporalidad”(1), que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es
pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de
un futuro que no deja de ser incierto.
¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos?
Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden
abandonarlo- lo prenden fuego.
Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por
naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la
tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción.
Pienso tambien en los miles de pozos petrolíferos abandonados por YPF, en
ese suelo yermo sin remediación, como una tierra maldita a decir de Darwin, que
nos deja la explotación del oro negro.
Pienso en las mineras, en los cráteres, escombreras, en la contaminación
del agua y el suelo, en la pérdida de biodiversidad que heredamos como
vestigios de la explotación del oro oro.
Pienso en los parques nacionales promovidos por Douglas Tompkins. Que compró
la tierra, la despojó de todo vestigio humano, en una nueva conquista del
desierto, y la entregó al Estado para que la preserve “naturalmente”. Y
conformar así, estos nuevos escenarios, en donde, la naturaleza, deviene en
metáfora de la mítica “Ciudad de los césares”, ese lugar imaginario en el que
todo era oro.
Y ahí se me aparecen esas ideas que nos plantea Irina Svoboda —a partir de las
fotos de Annemarie Heinrich, en la que se ve a las mujeres trabajando— en donde
el pasado asoma como “un "fantasma que le habla al futuro” (1) —ese futuro que, en este presente, somos nosotros—
interpelándonos acerca de las formas de explotación capitalista. O, en sentido
contrapuesto, en donde “las fotografías de Andriana Opacak dan cuenta de un
pasado siniestro y una sobrevida "zombi" de las ruinas” (1), instalando la idea de destino trágico
para los que habitamos este suelo.
De los cuatro frigoríficos que se construyeron a principios del siglo
pasado, solo uno hizo el proceso de reconversión, dos conservan las estructuras
vandalizadas, y del último, que fue el primero en funcionar, quedan solo
vestigios.
Decimos ser santacruceños
¿Se puede ser sin un pasado?
¿Somos un enclave definitivo, o nos sigue merodeando el fantasma de Florida
Blanca?
Concluyo con la idea de que, “Reconstruir
memoria”, puede ser también, una invitación a contemplar la muestra fotográfica,
no solo desde el valor estético, que indiscutiblemente lo tiene; si no, hacerlo
desde una apertura que implique, estar atentos, a lo que nos susurran esos espectros,
que el viento pasea por el territorio, intangible y subjetivo, que conforma
nuestra historia.
(1) Irina Svoboda
“Amnesia, sobrevida zombi y otros recuerdos por venir”
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