La
mujer que me vendió los cerezos fue tajante al asegurar que, de nada servía
plantar una docena de ellos si no me llevaba uno que haga de polenizador, uno
que cumpliera la función de proveer flores para facilitar la polenización de
los otros y con ello la abundancia de frutos. Pero no espere de él otra cosa, me dijo, este árbol
sólo dará flores. Una década más tarde,
las mejores cerezas me las da él. ¿Habrá
cambiado con el pasar del tiempo? Vaya uno a saber. ¿Cambiará uno también con el pasar de los
años?
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Sí, uno cambia con el pasar de los años o eso es lo esperable, creo yo. Es la evolución, el crecimiento, madurar, aprender... aunque la esencia permanece.
ResponderBorrarTienen muy buena pinta esas cerezas. Y me traen recuerdos de infancia
Un abrazo