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Mostrando las entradas de enero, 2016

Despacio

Despacio. Así era su andar. Daba la impresión de que media cada paso que daba. Muchas veces llegué a pensar que andaba como si no fuera a ningún lado. Como si en ese andar no hubiera un destino.  -Buen día, -amigo, decía al pasar y no esperaba a que yo le respondiera.  –Buen día, respondía yo  Nunca supe si alcanzaba a escucharme, porque, así como veía su silueta aparecer en la distancia y pensaba que a ese ritmo nunca llegaría hasta mí, también sucedía que, cuando menos lo imaginaba, él ya había cruzado, me había saludado y había seguido su derrotero hacia ningún lado. Me hubiera gustado saber de dónde venía., cómo se llamaba, hacía dónde iba.  Hace ya una semana que no lo veo venir.  Me quedo esperando hasta tarde, pero no aparece.   

Sobreviviente.

Me sentía un sobreviviente. Uno de los tantos o de los tan pocos que habían atravesado ese oscuro tiempo en el que, como un aliento inquisidor, reinó sobre nuestras cabezas la permanente amenaza de ser excluidos del sistema. Me sentía también, de alguna manera, un privilegiado. No integrar esa inmensa mayoría de resignados que habían alimentado esa absurda idea de que fuera de ello no había existencia y seguir vivo, me entusiasmaba. Un entusiasmo estúpido, si se quiere. Porque es cierto también que, así como en algún tiempo todo reino tiene su hegemonía, también sucede que, ineludiblemente, toda hegemonía es arrasada por el tiempo. Y es el tiempo el que manda. El que excluye. Me sentía un sobreviviente. En un tiempo en el que no había lugar para los que osaran sentirse así.

Despierto

Era aún muy temprano. No estaba teniendo un buen sueño. Desperté sobresaltado. Hice el intento de seguir durmiendo, pero no lo logré. O tal vez sí. No lo tengo claro. La sensación de que había soñado mi despertar me quedó latiendo en la conciencia. Me esforcé para salir de ese estado en el que el cuerpo parecía alejado de mí. Abrí los ojos. Sentí el cuerpo pesado, como si no hubiera descansado. Me quedé un rato entre las sábanas, hasta que decidí levantarme. Afuera el sol estaba pleno. Reinaba una calma absoluta. Miré el reloj de pared. Faltaban unos quince minutos para las seis de la mañana. Muy temprano. Pensé en volver a la cama, a intentar dormir un poco más. Fue ahí que me acordé del sueño. En cómo, cuando el avión se sacudía en medio de la tormenta, me caía porque no llevaba el cinturón puesto. En lo que me costaba levantarme y volver a mi butaca. En cómo el avión iba descendiendo en picada directo a impactar en la pista. Padre nuestro, alcanzaba a rezar, antes de q...