Puedes probar, dijo, puedes intentar darle a tu existencia ese segundo de eternidad que dura la eternidad. O puedes seguir así: pausadamente, en calma, deslizando pensamiento que no van a ningún lugar, que no necesitan tampoco ir a ningún lugar, que se presienten efímeros, que se pueden dejar pasar como esos instantes de vida que ,sin darnos cuenta, dejamos pasar…
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña