Tantas palabras gastadas, dichas al pasar, solo por decirlas,
sin una intención definida. Tanto andar repitiendo consignas que a nadie
entusiasman.
Me fui a remar. Tomé mi cámara, mis remos y mis ganas de ver salir
esta luna y solo eso.
Y aunque se hizo esperar, allí está.
No hizo falta decir
nada. No hizo falta llamarla, ni hacer un acto, ni elaborar una proclama.
Ella
asomó, generosa, plena para alimentar –sin reclamarme nada- esa, por momentos, insoportable necesidad de hacer silencio, necesidad también
de dejar a las palabras a un costado de mi existencia.
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