No sabemos qué fue lo que
pensaron los habitantes originarios de nuestro territorio cuando vieron
aproximarse a la costa del actual Puerto San Julián a las naves comandadas por
Magallanes. Todo hace pensar que desconocían por completo ese tipo de
embarcaciones. Que nunca antes habían visto algo parecido. Es –imagino- como si
hoy viéramos descender una nave desde el cielo con una forma extraña a nuestro
conocimiento ¿Sentiríamos temor, desconfianza, curiosidad? ¿Nos dejaríamos encantar
por su presencia a punto de no ofrecer resistencia? No existe registro alguno
que dé cuenta de cómo se sintieron los primeros habitantes de este suelo frente
a esos hombres barbudos que viajaban en esas naves flotantes. Si sabemos que a
ellos los vieron grandes e ingenuos. Tal vez haya sido es la razón por lo que
ya no quedan casi huellas de esa raza.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Yo sentiría curiosidad y no ofrecería resistencia, ¿sería ingenua como ese pueblo?
ResponderBorrarQuizás, pero todo lo extraordinario nos inmoviliza.