Hundió el cuchillo sin odio, sin desprecio. Incluso, me animo a decir, con cierto placer. La sangre brotó densa, pesada, como si antes de salir ya estuviera coagulada. El verla así le provocó repugnancia, asco. Por un instante creyó que las náuseas lo iban a desbordar. Pero pudo contenerse.
-¡Mozo! -grito desde la mesa, concentrando la atención de todos los comensales- le dije bien clarito que al bife de chorizo lo quería cocido.
-¡Mozo! -grito desde la mesa, concentrando la atención de todos los comensales- le dije bien clarito que al bife de chorizo lo quería cocido.
Comentarios
Publicar un comentario