Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, julio 05, 2006
Coherencia
La jornada había sido complicada, muy ocupado en atender todos los problemas que se presentan cotidianamente en la gestión, hasta la cena a la que había tenido que concurrir era parte de su responsabilidad.
Cuando terminó de comer, ni lo pensó, se merecía un poco de diversión, se subió al vehículo oficial y salió rumbo a un local nocturno, como acostumbraba a hacerlo desde que asumió esta responsabilidad publica.
En el lugar se encontró con algunos conocidos y otros no tanto, entre el alcohol que comenzaba a hacer efecto, el clima comenzó a enrarecerse. Fue ahí que tuvo el primer cruce con un “fulano de tal” con el que no tenia ganas de hablar, pero no pudo evitar la discusión. Sus circunstanciales acompañantes también estaban un poco pasados de copas y no aportaban a tranquilizar los ánimos.
De pronto todo era un revuelo, ya no estaba adentro del local, la policía interrogaba sobre lo acontecido y una ambulancia se acercaba hacia ese lugar.
El hecho tomó inmediatamente estado público, las radios comenzaron a comentar sobre el tema y se desató un escándalo, que inevitablemente trascendió las fronteras de la villa turística.
Se sintió acorralado y fue ahí cuando se puso a pensar en que hacer. Reconocer que se había equivocado, que su comportamiento no se correspondía a la función que le tocaba desempeñar en la comunidad, que tal vez, pensándolo un poco, debía dar un paso al costado.
Pero el momento de angustia le duró poco. No era cuestión de darle de comer a los que se desvivían por desplazarlo del cargo, la política era así, en los momentos difíciles es cuando hay que demostrar que uno tiene el cuero duro y no se cuantos argumentos más.
Había que seguir, nada de renunciar, cuando a él lo eligieron como Intendente Municipal la gente lo conocía muy bien y por lo menos en esto nadie le podía cuestionar coherencia.
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