Demasiada controlada tu vida, me dijo, con esa voz que casi
parecía un susurro. Tienes que soltarte un poco, dejar que las cosas pasen,
soltar amarras sin tener que andar hurgando en los pronósticos que anticipan
tormentas. Las tormentas más bellas, las que más nos enriquecen, son aquellas
que no esperamos, que no sabemos que vendrán, que nos toman por sorpresa. Ahí se
aprende en serio a vivir, insistió, ahora con un tono más imperativo. Eso sí,
dijo, ahora en un tono más reflexivo, ten en cuenta que la mejor tormenta es aquella
de la que sales vivo.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Primero:
ResponderBorrarGracias por tu chapoteo en la Orilla.
Segundo:
Gracias por traer a Sara Cohen y a mi querida Alejandra de la mano tan pasionalmente arrebatadas.
Y tercero:
Gracias por haber puesto el cebo y que tras él haya llegado hasta este rincón del mundo tan hermoso.
Tus fotos... una maravilla!
Tus textos, breves e intensos.
Las tormentas... tienes razón, las que no esperamos son las que nos hacen gigantes luchando contra ellas, o en ellas, o con ellas...
Yo estoy dentro de una de ellas, aún no sé cómo saldré de ella, o si me atrapará...
Un abrazo!
;)
Inquietante tu prosa y gracias por pasar por esta orilla lacustre....
ResponderBorrarSi morir es el precio a pagar por vivir, vale la pena pagarlo. Ser un mero observador de la vida no aporta reales satisfacciones y, al final, uno siempre acaba muriéndose.
ResponderBorrarUn abrazo