Cuando veo una garza bruja me pregunto,
cuánto tendrá de garza y cuánto de bruja.
Quieta, camuflada entre los arbustos que crecen en la costa de la bahía, con esa mirada desafiante e inmutable, parece mostrar a la bruja.
Contemplarla así me vuelve vulnerable.
Imagino que su embrujo podría sortear cualquier defensa que haya construido, incluso,
atravesar mis sueños más inquietantes.
Cuando levanta vuelo, se manifiesta, de manera mas concreta, la inocente garza que también es, sobre todo cuando despliega sus alas como si no albergara en ellas un hechizo inquietante.
No sé cuál de ellas, si la garza
o la bruja, hace que presienta cosas que no son para contar en este momento.
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