La cabeza gacha
no alcanza a amortiguar
el viento frio de la mañana
La cabeza fría
no ahuyenta
los pensamientos turbios
que la mente enfrasca.
El cielo atardecido
aún está ahí.
Mis
ancestros
alzaban la mirada
buscando en lo alto
señales
que tranquilizaran
su terrenal existencia.
Yo,
ahora,
miro al cielo y me digo
que,
sí tuviera
un poco de fe
o si aún conservara algo de
esa inocencia de niño que recuerdo haber tenido,
tal vez,
en mis sueños
no andaría tan perdido.
Un poema capaz de recordanos que la inocencia debe permanecer. Quizás no haga más humanos. Saludos. Carlos
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