Ir al contenido principal

Témpano

Nadie presenció el desprendimiento,

ni escuchó

el sumergir estruendoso

de la masa de hielo.

Cuando emergió,

a sus azules transparentes

solo los acompañó

el silencio.

Después,

por un instante,

todo fue quietud,

una glaciar quietud,

que  se rompió

con el soplo de un viento.

Arrastrado

por la inercia lacustre

se desplazó

pesado

lento

hacia un destino incierto.

Navegó (o creyó hacerlo)

alimentando,

con su involuntario deshielo,

la sed del lago

incrustado en medio del desierto.

Tuvo (se podría decir)

una existencia sin testigos

un pasar

sin que nada,

ni nadie,

diera fe de ello.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...