—No creas que ha sido fácil —dijo—, no es posible imaginar
por todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí. Quizás algún día,
cuando logre disipar este temor que me acecha, que se ha quedado rondándome
como un fantasma, pueda contarte, no solo por lo que he pasado sino también lo
que he sentido.
Tenía la mirada extraviada. Sus ojos parpadeaban mientras
intentaban abarcar todo el espacio circundante. El ambiente era cálido, con
buena temperatura, pero ella parecía por momentos temblar de frio o de miedo.
—No te hagas problema —dije, como para tranquilizarla—. Lo
importante ahora es que ya estás aquí y que estás bien.
—Si —aseguró balbuceante, y se aferró con sus sudorosas y frías
manos a las mías.
Pensé en abandonarla, en salir corriendo, en huir, pero ya
era tarde.
Mis extremidades, endurecidas, no me respondieron.
Cerré los ojos, inhalé profundo, contuve el aire en mis pulmones, esperando despertar.
Comentarios
Publicar un comentario