Recuerdo que en el 2005 cuando estaba sin trabajo, en cuarteles de
invierno como acostumbran a decir cuando te salís del sistema, empecé, en este blog, a hacer catarsis de todo eso que saturaba mi cabeza de realidad. Subía
dos o tres post por día en los que opinaba, críticamente, acerca de las cosas
que nos pasaban. Fue ahí que empecé a darme cuenta, al volver a leerme, que
´-muchas veces- los textos que subía, eran un desastre. Había errores
ortográficos, de redacción y muchas veces, por la forma en que estaban
escritos, no decían lo que me había propuesto decir, o lo peor, no decían nada.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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