Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, mayo 24, 2006
La oportunidad de trabajar
“Dale viejo, anda a hablar con Julián”. La frase rebotó entre las paredes de la humilde casa, que con no poco esfuerzo, habían construido en estos últimos años. “Sin pedirle nada a nadie” como –con orgullo- solía decir Juan, que desde que vino a El Calafate en el 2000, no paró de trabajar, en lo que mejor hace, levantar paredes y construir.
Pero los años pasan y los chicos crecen. Y su pibe, que era adolescente cuando llegaron, ahora tiene 20 años. Entre una y otra cosa, no pudo terminar la secundaria y se dedica a matar el tiempo con un grupo de amigos, tratando de que el tiempo no lo mate a él.
No era de hablar mucho y en casa, las pocas veces que se encontraban, era a la noche, cuando él volvía de la obra, tan cansado, que apenas podía alzar, entre sus brazos, a los tres más chiquitos. Por lo que las palabras lo tomaron por sorpresa, lo dejaron sin reacción y entonces el pibe le insistió: “Dale viejo, por favor, anda a hablar con Julián, para que pueda entrar a trabajar en Servicios Públicos”
El, intentó explicarle que no conocía a ese Señor y que si estaban tomando gente en esa empresa, no tenía más que ir y anotarse como en todos los trabajos, que ya era mayor, que ese trámite lo podía hacer solo y no se cuanto argumento más. Pero el pibe, que a esta altura, ya lo miraba, como con cara de reproche, le contestó: “Mira Viejo, aquí las cosas son distintas, para entrar en esta empresa, hay que ir con una recomendación de este Sr. Julián, que es como una especie de aval que te dan, no te toman prueba, no te piden el secundario completo, ni que sepas idioma, ni nada de eso que exigen las empresas del turismo, acá te alcanza con que tu viejo, vaya, hable con este fulano, le diga que todos está bien y dicen que entras a trabajar”.
Mientras lo escuchaba, pensó, que hace mucho que no escuchaba a su hijo y que –si bien, no le quedaba claro de que fuera posible conseguir trabajo así- no le resultaba un gran esfuerzo para él. Y que después de todo, los pibes tienen más calle y por algo le estaba diciendo que esto era así. Lo abrazó por la espalda, tratando de que se calme y le dijo: “Bueno, hijo, adonde tengo que ir”.
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Gracias por tu participación, la posibilidad de expresar lo que pensamos es una oportunidad que no debemos desaprovechar, de las apreciaciones y las formas de hacerlo, nos debemos hacer cargo cada uno.
ResponderBorrarSeguramente habrá muchas cosas para decir y para decirnos, este es un espacio más para facilitar eso.