Ir al contenido principal

La oportunidad de trabajar


“Dale viejo, anda a hablar con Julián”. La frase rebotó entre las paredes de la humilde casa, que con no poco esfuerzo, habían construido en estos últimos años. “Sin pedirle nada a nadie” como –con orgullo- solía decir Juan, que desde que vino a El Calafate en el 2000, no paró de trabajar, en lo que mejor hace, levantar paredes y construir.

Pero los años pasan y los chicos crecen. Y su pibe, que era adolescente cuando llegaron, ahora tiene 20 años. Entre una y otra cosa, no pudo terminar la secundaria y se dedica a matar el tiempo con un grupo de amigos, tratando de que el tiempo no lo mate a él.

No era de hablar mucho y en casa, las pocas veces que se encontraban, era a la noche, cuando él volvía de la obra, tan cansado, que apenas podía alzar, entre sus brazos, a los tres más chiquitos. Por lo que las palabras lo tomaron por sorpresa, lo dejaron sin reacción y entonces el pibe le insistió: “Dale viejo, por favor, anda a hablar con Julián, para que pueda entrar a trabajar en Servicios Públicos”

El, intentó explicarle que no conocía a ese Señor y que si estaban tomando gente en esa empresa, no tenía más que ir y anotarse como en todos los trabajos, que ya era mayor, que ese trámite lo podía hacer solo y no se cuanto argumento más. Pero el pibe, que a esta altura, ya lo miraba, como con cara de reproche, le contestó: “Mira Viejo, aquí las cosas son distintas, para entrar en esta empresa, hay que ir con una recomendación de este Sr. Julián, que es como una especie de aval que te dan, no te toman prueba, no te piden el secundario completo, ni que sepas idioma, ni nada de eso que exigen las empresas del turismo, acá te alcanza con que tu viejo, vaya, hable con este fulano, le diga que todos está bien y dicen que entras a trabajar”.

Mientras lo escuchaba, pensó, que hace mucho que no escuchaba a su hijo y que –si bien, no le quedaba claro de que fuera posible conseguir trabajo así- no le resultaba un gran esfuerzo para él. Y que después de todo, los pibes tienen más calle y por algo le estaba diciendo que esto era así. Lo abrazó por la espalda, tratando de que se calme y le dijo: “Bueno, hijo, adonde tengo que ir”.

Comentarios

  1. Gracias por tu participación, la posibilidad de expresar lo que pensamos es una oportunidad que no debemos desaprovechar, de las apreciaciones y las formas de hacerlo, nos debemos hacer cargo cada uno.
    Seguramente habrá muchas cosas para decir y para decirnos, este es un espacio más para facilitar eso.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

La memoria espectral de los frigoríficos

Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...

Vestigios

En Santa Cruz, la idea de lo provisorio, de estar solo de paso, estuvo siempre en permanente disputa con el deseo de arraigarse.  Muchos, como Magallanes, sin importar la actividad económica que haya prevalecido, el origen migrante, la condición social, o el motivo que los haya impulsado a venir, recalaron sólo para pasar el invierno.  Otros, como emulando a los habitantes originarios de esta tierra, lo hicieron para quedarse. Echar anclas sin vuelta, quemar las naves, decididos a establecerse. Indagar en nuestra historia es como hurgar en una construcción que, a las claras, no ha sido parte de un proyecto común.  La memoria colectiva santacruceña tiene esa impronta: aparece fragmentada, de a retazos, como si fueran partes de un todo inexistente.  Puede que, el no ser, sea la característica más significativa de nuestra identidad.  En este contexto, los vestigios de los frigoríficos construidos en Santa Cruz a principios del siglo pasado, aparecen com...