Uno cosecha lo que siembra, repetía el tipo en la oficina cada vez que a alguno de sus compañeros les pasaba algo malo. Siembra vientos y cosecharas tempestades, acotaba, si lo que al otro le estaba pasando era realmente complicado. Y así, con estas frases cortas, estos dichos populares catalogados como refranes o enseñanzas populares, el tipo te metía el dedo en la herida cuando vos menos lo esperabas. A él no solían pasarle cosas. Mas de uno estaba como esperándolo, como diciendo: ya vas a venir vos con un drama de aquellos y en vez de una voz de consuelo te vas a encontrar con una sentencia, te vamos a decir todos a coro y a viva voz: ¡Uno cosecha lo que siembra! Pero no, a este tipo no le pasaba nada. Todos los días, las semanas, los meses y años de su vida eran como si nada. Como si se hubiera subido a uno de esos caballitos de las calesitas y a pesar de dar vueltas y vueltas, nunca iba a encontrar un solo obstáculo. Y él insistía con su sentencia. No perdonaba. Todos éramos victimas de nuestros propios actos. Lo malo que nos pasaba era solo una consecuencia de algo que en nuestro pasado habíamos hecho mal. Nos lo teníamos merecido. Y él seguía la vida como si nada, hasta que un día la contadora Gonzales, no pudo más y lo encaró en la cocina mientras se preparaba un café y mirándolo muy fijo a los ojos le dijo: A vos Pertutti nunca vamos a poder decirte que estás cosechando tu siembra, porque se nota a las claras que vos en esta vida nunca sembraste nada y desde ahora guardate todos esos comentarios de mala muerte que haces, porque por lo menos para mí, vos sos nada. Y él arrebato personal de la contadora, pasó a ser refrendado por todos en la oficina. Y el tipo no habló más, no se metió más con los problemas ajenos. Es más, creo que desde ese día pasó a ser como caballo de calesita.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
A veces hay que encarar las situaciones para que se vuelvan a nuestro favor....Como decía una amiga mía "más vale ponerse una vez colorada que mil amarilla" Besos
ResponderBorrarA veces las frases se dicen porque se dicen. En realidad, no en todo se cosecha lo que se siembra. En lo rural existe una diferenciación entre la siembra "de asiento", que consiste en colocar semilla por semilla en un lugar, y, a veces se colocan dos o tres juntas por si alguna falla. Y, la otra, es la siembra "al voleo" que significa arrojar las semillas al azár, germinarán algunas de ellas según distintos factores. De todo ésto podemos sacar unas buenas analogías con la vida ¿no?. Muchos saludos, muy interesante tu escrito.
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