Arrancó el auto. Puso marcha atrás y dio un volantazo para que gire. Salió tan apurado, que recién cuando asomó en la calle y miró hacia los costados para ver si tenia el paso libre, se dio cuenta de que no le había dicho nada a su esposa. Mejor así, pensó, la llamo desde la comisaría, no tiene sentido que venga conmigo. Unas quince cuadras lo separaban de la seccional segunda. Los autos se cruzaban en zigzag, el transito era un caos, cada semáforo una eternidad. El estomago comenzó a hacérsele un gran nudo. Por momentos le faltaba el aire. Bajó un poco el vidrio y el aire frío lo alivió un poco. Adonde aprendiste a manejar pelotudo, le gritó un tipo desde una camioneta todo terreno. Frenó, lo dejó pasar, por un momento pensó que se lo llevaban puesto. Otro semáforo. Creyó verla cruzando la calle. Sintió la angustia que le recorría el cuerpo. Como no se había dado cuenta de que ella no los había llamado. Era lo único que tenían. Más de una vez, si no fuera por su pequeña hija, las discusiones con su esposa hubieran terminado de otra manera.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
ES Q NO ME ANIMABA A LEER...
ResponderBorrarMuy bueno el Olvido II. En un rato, el mundo a contramano.
ResponderBorrarla pequeña hija crecerá...
ResponderBorrar...
ResponderBorrar¡Auchh!, ¿Qué le sucedió?
¡Caray!, aquí en mi país estas cosas son tan frecuentes. Me resistó a tomarlo como algo común.
Espero el desenlace.
Te mando un saludo mi querido oveja negra.
Mafalda
y que pasooo????
ResponderBorrarun besoooooo
estoy de vuelta querido y listísimo para leer estos textos q escriben q, como los caminos q nos muestras, no tienen fin.
ResponderBorrarps. y claro, también listo para el mundial!
Uau, aunque no entendí un jocara, me gustó el movimiento del relato mientras el tránsito agudizaba sus conflictos y le llevaban a reflexiones íntimas
ResponderBorrarSalud
Estercita