La primera en notar el cambio fue su madre. Parece que tu hijo está noviando, comentó una mañana, mientras le servia el desayuno a su esposo. Y él abrió el diario y sin hacer ninguna acotación, se sumergió en las noticias del día. Los tres meses pasaron como si nada. Un buen día, dejó la clase y todos los alumnos le agradecieron su paso por el aula. Uno a uno lo fueron saludando. Ella esperó hasta el final. Se acerco lentamente, como midiendo cada paso. Extendió su mano, que el tomó tímidamente y mirándolo –como solía hacerlo siempre- a los ojos, le susurró: ¿cuando no entienda algo, puedo molestarlo Contador? Cuente conmigo, para lo que necesite, aunque usted es muy buena alumna, no creo que vaya a necesitar de mi, pero anote mi teléfono por favor y no dude en llamar si considera que hay algo en lo que pueda ayudarle. Si me devuelve la mano, voy a poder anotarlo, dijo ella y dibujó una sonrisa en su rostro. Disculpe, dijo él -casi sin poder soltarle la mano- es que, estoy un poco emocionado, ustedes han sido muy buenos alumnos. Metió sus papeles en el maletín y dejó el aula.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
el laburo me tuvo sin respiro y me alejé unos días del blog.
ResponderBorrara mi regreso encuentro esta sucesión de olvidos que me engullí en un instante!
y ahora estoy con el estómago apretado: me has trasmitido una inquieta emoción contando como cuentas.
saludos!
tienes mágia..
ResponderBorrardespedidas... que dificiles..
ResponderBorrardespedidas... que dificiles..
ResponderBorrarCreo que las despedidas, son el comienzo de nuevas etapas.
ResponderBorrarAunque estas sean siempre difíciles.
Un abrazo!!
Estoy segura de que entre los papeles que metió al maletín había una pequeña nota con un número de teléfono... la que ella posó en su mano...
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarQue impotencia se siente en esos momentos!!!
ResponderBorrarBesos
parece que él tiene otras cosas en qué pensar y no en los cambios de su hijo, tampoco en mantener una conversación con su esposa
ResponderBorrarRomance a la vista. Miedo al compromiso. Es lo que veo. ¿Continuará, verdad?
ResponderBorrarMuak
Muy interesante como describes el mundo de los sentimientos, me haces meterme dentro de cada escena.
ResponderBorrarSaludos