Estamos ante una realidad contradictoria y compleja en la que, por un lado, se revaloriza el territorio, la proximidad y las identidades de base local; mientras que, por otro lado, existen diversidad de tiempos y de espacios, heterogeneidad y fragmentación de las demandas, multiplicidad de identidades y comportamientos individualizados. Frente a ello, la respuesta pública no es sencilla; menos aún cuando las instituciones políticas y los servicios administrativos no están diseñados para responder a esta nueva realidad.
Nos aventuramos a sugerir algunas líneas de acción vinculadas con el contenido específico de este trabajo:
- Priorizar siempre la información, la comunicación y el diálogo para elaborar los programas de actividades, regular su gestión y evaluar sus resultados.
- Definir objetivos y dar sentido a lo que se propone y se hace; asumir los valores que orientan los programas; garantizar su valor informativo y formativo (educativo, en el sentido de enseñar a pensar, a hacer, a participar).
- No temer a los conflictos y hacerlos emerger; dar medios para que se expresen las demandas más diversas y los colectivos más vulnerables, débiles o marginales; no reducir la participación a los sectores más organizados.
- Rehacer progresivamente los programas de actuación municipal, la estructura de presupuestos, la organización de los servicios y las formas de gestión en función de la evaluación social participativa.
- Utilizar los nuevos medios de comunicación sin mitificarlos y sin prescindir de los procesos deliberativos que reclaman momentos fuertes de debate público real y no sólo virtual.
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