Habitamos un mundo de redes, de comunicaciones a distancia, donde una parte importante de la población tiende a desterritorializarse o, más exactamente, a vivir en diversos territorios.No sólo hay más heterogeneidad social, sino comportamientos y aspiraciones más individualizados.Las ciudades, los pueblos y los barrios aportan un valor agregado, a condición que las ofertas públicas tengan en cuenta nuevas realidades; entre ellas, las siguientes:
- Los ciudadanos viven y se mueven en diversos territorios; están sólo parcialmente vinculados a un barrio o a un pueblo.
- Consecuentemente, las movilidades son muy diversas: aproximadamente un tercio se debe al trabajo, el resto responde a necesidades de consumo, ocio o relaciones personales.
- Los tiempos de uso de la ciudad también son muy diferentes; por tanto, el territorio de -por ejemplo- los jóvenes no es el de sus padres. El espacio urbano tiende a funcionar las 24 horas del día.
- Las relaciones sociales son mucho más heterogéneas y fragmentadas que en el pasado, casi siempre más extensas y también más débiles.
- Las identidades se diversifican y ya no dependen únicamente del trabajo, del lugar de nacimiento, del barrio o ciudad, de la religión o de la cultura. A menudo, en el mismo territorio funcionan identidades colectivas múltiples y aun en los individuos coexisten diferentes tipos de pertenencia.
- Salvo las sectas, ya no hay organizaciones que integren a las personas en todos los aspectos; sino que éstas se integran a diversas redes y colectivos.
- Las demandas de los ciudadanos tienden más a reclamar la carta que el menú. Por eso, hoy ya no alcanzan las ofertas rígidas y homogéneas.
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