La política es el arte de juntar plata de los ricos y votos
de los pobres. escuché decir a alguien por ahí, intentando explicar el éxito
electoral y político que en la década pasada supo tener el menemismo en nuestro
país.
La clave de éxito político, estaba en sintonía con las
características que el mismo modelo le imponía, es decir, concentración
de riqueza en pocas manos y crecimiento exponencial de la pobreza entre las
mayorías populares.
El menemismo ya fue, pero sus prácticas quedaron más que arraigadas en nuestros
representantes políticos
Así vemos como nuestro Intendente y su candidato
a sucederlo, vienen tejiendo un entramado electoral sustentado en esa premisa:
asegurarse el apoyo de los empresarios más poderosos de la ciudad y los votos
de los más vulnerables de nuestra comunidad.
El método –tan criticado desde la crisis del 2001- sigue siendo el mismo: el
desprestigiado pero siempre vigente clientelismo político.
Práctica que trabaja sobre la
necesidad del otro, estableciendo un compromiso del ciudadano, a partir de la expectativa
que este se hace de obtener una respuesta a su necesidad, ya sea una vivienda,
un terreno, una ayuda alimentaria, un trabajo para su hijo o un calefactor para
no pasar frio en el crudo invierno.
Pero el clientelismo, tan asociado a los pobres, es también un fenómeno que en
nuestro caso se aplica a los “ricos”.
Algunos de ellos están decidido a sumar su esfuerzo
personal, económico y empresarial detrás del candidato oficial-
Lo hacen porque saben que van a recibir algún beneficio de
la futura gestión.
Una prebenda distinta al de los más pobres, pero no por ello
menos significativa.
Una concesión directa de algún servicio que el futuro
Intendente se vea “obligado a privatizar”; una excepción al código urbanístico,
que le permita ampliar el hotel y así obtener una ventaja competitiva en el
mercado; una habilitación “provisoria” para empezar la temporada con el
restaurante abierto, por más que todavía estén revocando las paredes y poniendo
el techo; y unas cuantas cosas más, que sería por cierto largo detallar.
Prebenda política más peligrosa para el desarrollo de
nuestra comunidad, que el que se les achaca a los pobres.
Por eso, no se sorprendan de encontrarse, en algunas reuniones políticas, con
prestigiosos empresarios locales, que se aguantan “ese olorcito a pobre que
tienen las Unidades Básicas”, por pura vocación de servicio a la comunidad,
comprometiendo “desinteresadamente” su esfuerzo personal y, en muchos casos,
descuidando su negocio, para aportar al desarrollo armónico de la ciudad.