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Un témpano II


A pesar de haber recorrido ya unos ochenta kilómetros, este tiene un tamaño considerable, parece un castillo flotante y su figura va cambiando a medida que avanza impulsado por el viento. Lo tendremos frente a nosotros, con suerte, una semana, hasta que lo perdamos de vista. Seguirá su curso natural, hasta confundirse con las aguas del Lago Argentino y alimentar el torrente en el que nace el majestuoso Río Santa Cruz, que atraviesa toda nuestra provincia para desembocar en el atlántico.

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No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...