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Un témpano IV


En verano, cuando los deshielos se acrecientan, el lago crece y desborda hacia la bahía -que permanece hasta ese momento prácticamente seca- para cubrirla lentamente con sus aguas. Para este tiempo la mayor parte de las aves que anidan en la zona ya habrán empollado a sus crías. Así se va conformando un espectáculo compartido por teros, cauquenes, bandurrias, cisnes, coscorobas, patos, flamencos y otras tantas especies que disfrutan de esta guardería que la naturaleza les ofrece generosamente. La bahía, también tiene el status de reserva municipal, pero solo en los papeles, porque no se ven muchas acciones publicas que la resguarden, no solo de los perros que alguna incursión puede hacer un verdadero desastre entre los poyuelos recién nacidos, sino de los desaprensivos “seres humanos” que con sus motos o cuatriciclos, ingresan cuando el agua aun no sube y en una recorrida, destruyen mas de un nido con sus huevos recién puestos. Es cuestión de tiempo me dice un amigo, antes a la laguna Nimez la usábamos para calibrar las carabinas cazando patos, hasta que algún visitante extranjero, sorprendido por nuestra conducta, nos explicaba, no siempre de buena forma, que lo que teníamos era un recurso espectacular, tanto o mas que los glaciares y que en el mundo cada vez hay mas gente dispuesta a poner plata para proteger su hábitat natural.

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