La escena se va armando lentamente. Un grupo de rock cuelga una bandera en la que se puede identificar claramente la silueta del Gallego Soto, unos de los líderes del movimiento rural, que logró huir a Chile y salvar su vida. Atrás, dejó a cientos de trabajadores, que confiaron en la palabra del Ejercito Argentino y se rindieron incondicionalmente. Esto último, lo de la rendición, es también algo que no termino de entender, porque le cabe más a los que están en guerra y aquí no hubo ninguna guerra.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
Los jovenes solemos ser los más entusiastas... Pero no sé si la figura del tal Gallego Soto está siendo exaltada o ironizada.
ResponderBorrarInteresante...
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