La escena se va armando lentamente. Un grupo de rock cuelga una bandera en la que se puede identificar claramente la silueta del Gallego Soto, unos de los líderes del movimiento rural, que logró huir a Chile y salvar su vida. Atrás, dejó a cientos de trabajadores, que confiaron en la palabra del Ejercito Argentino y se rindieron incondicionalmente. Esto último, lo de la rendición, es también algo que no termino de entender, porque le cabe más a los que están en guerra y aquí no hubo ninguna guerra.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Los jovenes solemos ser los más entusiastas... Pero no sé si la figura del tal Gallego Soto está siendo exaltada o ironizada.
ResponderBorrarInteresante...
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