Me acostumbré a tomar distancia. No como nos enseñaban en
las escuela cada vez que formábamos fila. No para evadirme de la realidad que
muchas veces me apabulla con mensajes indescifrables. Ni siquiera como un ingenuo
intento de alimentar ese sentimiento ermitaño que me acosa en las mañanas de
invierno. Si, creo, por esa rara necesidad de querer –con mi limitada mirada- abarcarlo
todo.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
hace un rato que miro y miro esa imágen, sintiéndome cada vez más ese pájaro.
ResponderBorrar"no para evadirme de la realidad que muchas veces me apabulla con mensajes indescifrables; ni siquiera como un ingenuo intento de alimentar ese sentimiento ermitaño que me acosa en las mañanas de invierno, sino por esa ncesidad de querer abarcarlo todo".
así es como es.
saludos, Alberto!
Lástima que la vista no acompañe cuando tomamos la distancia necesaria para abarcarlo todo. Bella reflexión y buen motivo para tomar distancia.
ResponderBorrarUn abrazo
Me pregunto si esa es una manera de tener poco...he comenzado a dudarlo,creo que es tener diferente!
ResponderBorrarBeso