Ir al contenido principal

Nombre

Nací en un campamento

 

Mi madre

aprovechó el turno del transporte que llevaba a mi padre al trabajo

y me fue a parir

en el puesto sanitario que YPF tenía en Cañadón Seco.

 

Más tarde,

de la misma manera

regresó a la incipiente ciudad en la que crecí.

 

Viajé

en sus brazos,

aferrado sus pechos

que recatadamente me amamantaban

en medio de ese colectivo obrero.

 

Creí

durante mucho tiempo,

que el origen de mis desaciertos estaba ahí:

en ese peregrinar al que había sido expuesto

apenas mis ojos vieron la luz de este mundo.

 

Anduve

mucho tiempo así,

como una pieza suelta

que no calza en ningún rompecabezas.

 

No supe,

hasta medio siglo después

que mi madre, además de mí, cargaba un temor:

el de un hijo que, a poco de nacer, había partido.

 

Que, mientras viajaba en sus brazos,

         en cada arrullo,

como en un pendular existencial

        entre más allá y el más acá,

acurrucaba un duelo.

¿Habrá sido ahí que decidió llamarme igual que él,

imponerme la gracia de mi hermano fenecido?

 

Todo nombre guarda un misterio que deberíamos develar  

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

Encuentro

Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...

Damascos

Hay angustias merecidas, pensé alguna vez, como la que sentí ese día en el que, subidos a su planta de damascos,  nos sorprendió el vecino y nos amenazó con acusarnos con  nuestro padre, a la noche, cuando este regresara del trabajo. El vecino nunca apareció. Tal vez lo haya dicho sólo para asustarnos. Pero en ese momento no sabíamos eso. El día se hizo largo. Recuerdo que me la pasé encerrado en mi habitación. Sufriendo, anticipadamente, por el castigo que mi padre nos propinaría. El temor se disipó no bien se apagaron las luces de la casa y todos nos fuimos a dormir. La angustia duró un poco más. Cada vez que alguien golpeaba la puerta de casa imaginaba que era mi vecino el que aparecería.