Ir al contenido principal

Cielo de otoño

Miro el cielo de otoño y me queda claro que es de otoño, no por el cielo mismo, sino por las hojas amarillas de los álamos. Debe ser esta –de todas las estaciones- la que más me contagia de nostalgia. La que me dispone a caminar más lento. A contar mis pasos. A intentar demorar, de alguna forma, que el otoño me llegue a mí. Pero es  también, la que más me calma. La que me permite contemplar -sin prejuicios- la belleza de este cielo.


Comentarios

  1. Puedo intuir la suave brisa moviendo las copas de esos arboles en ese fondo azul maravilloso. besos

    ResponderBorrar
  2. Esos árboles, parecen saludarnos e invitarnos a descansar bajo sus copas. ¡Preciosa imagen! Un abrazo!!

    ResponderBorrar
  3. Yo también creo que el otoño es la estación más certera, la que más nos habl al oído. Ciertamente hace falta bajar la marcha y contemplar! Un beso

    ResponderBorrar
  4. El otoño sabe de nostalgias, por eso se presenta cada año e invita a disfrutar de la imagen de las hojas doradas!!

    Saludos!

    ResponderBorrar
  5. a mi me pasa lo mismo que a usté!

    pero no lo digo tan bonito.
    beso

    ResponderBorrar
  6. Hola! Gracias por pasar por mi blog.
    Esa foto bien puede ser un paisaje del otoño en Mendoza.
    Saludos y buen finde.
    STEKI.

    ResponderBorrar
  7. La placidez del
    otoño nos predispone
    a los sueños, a la pausa.

    Un cálido abrazo.

    ResponderBorrar
  8. Gracias por la visita..., con tiempo, me siento a leer.

    saludos:


    Ju

    ResponderBorrar
  9. Es en otoño cuando más me embriaga la nostalgia, aunque creo que no depende tanto de la estación si no del estado de ánimo.

    Un besote

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...