domingo, enero 03, 2016

Despacio

Despacio. Así era su andar. Daba la impresión de que media cada paso que daba. Muchas veces llegué a pensar que andaba como si no fuera a ningún lado. Como si en ese andar no hubiera un destino. -Buen día, -amigo, decía al pasar y no esperaba a que yo le respondiera. –Buen día, respondía yo y nunca supe si alcanzaba a escucharme. Porque, así como veía su silueta aparecer en la distancia y pensaba que a ese ritmo nunca llegaría hasta mí, también pasaba que, cuando menos lo imaginaba, él ya había pasado, me había saludado y había seguido su derrotero hacia ningún lado. Me hubiera gustado saber de dónde venía. O cómo se llamaba. O, hacía dónde iba. Hace ya una semana que no lo veo venir. Me quedo esperando hasta tarde pero no aparece.  

sábado, enero 02, 2016

Sobreviviente.

Me sentía un sobreviviente. Uno de los tantos o de los tan pocos que habían atravesado ese oscuro tiempo en el que, como un aliento inquisidor, reinó sobre nuestras cabezas la permanente amenaza de ser excluidos del sistema. Me sentía también, de alguna manera, un privilegiado. No integrar esa inmensa mayoría de resignados que habían alimentado esa absurda idea de que fuera de ello no había existencia y seguir vivo, me entusiasmaba. Un entusiasmo estúpido, si se quiere. Porque es cierto también que, así como en algún tiempo todo reino tiene su hegemonía, también sucede que, ineludiblemente, toda hegemonía es arrasada por el tiempo. Y es el tiempo el que manda. El que excluye. Me sentía un sobreviviente. En un tiempo en el que no había lugar para los que osaran sentirse así.


viernes, enero 01, 2016

Despierto

Desperté sobresaltado. No estaba teniendo un buen sueño. Era aún muy temprano. Hice el intento de seguir durmiendo, pero no lo logré. O tal vez sí. Tal vez estaba de nuevo transitando eso que parecía una pesadilla. Mejor despertar, me dije. No sin dar antes unas vueltas en la cama, opté por levantarme. Afuera el sol estaba ya a pleno y reinaba una calma casi absoluta. Miré el reloj de pared y faltaban unos quince minutos para las seis de la mañana. Muy temprano, pensé. Pero no voy a volver a acostarme. No. Mejor sigo despierto.


Zafar

-Cuántas veces te lo tengo que decir, -dijo zamarreándolo de la remera- no quiero verte más en esa esquina jugando con esos atorrantes, que ...