La
mujer que me vendió los cerezos fue tajante al asegurar que, de nada servía
plantar una docena de ellos si no me llevaba uno que haga de polenizador, uno
que cumpliera la función de proveer flores para facilitar la polenización de
los otros y con ello la abundancia de frutos. Pero no espere de él otra cosa, me dijo, este árbol
sólo dará flores. Una década más tarde,
las mejores cerezas me las da él. ¿Habrá
cambiado con el pasar del tiempo? Vaya uno a saber. ¿Cambiará uno también con el pasar de los
años?
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, febrero 26, 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Zafar
-Cuántas veces te lo tengo que decir, -dijo zamarreándolo de la remera- no quiero verte más en esa esquina jugando con esos atorrantes, que ...
-
Es difícil imaginar como se lee desde el lugar del gobernante una derrota. Pero voy a arriesgar un escenario posible: imagino al Gobernador ...
-
Una puñalada, dos puñaladas, tres puñaladas, cuatro puñaladas, cinco puñaladas; el forense hizo una pausa, levantó la mirada como buscando...
-
Una pareja pasa por la costanera. Van abrazados, como si sintieran frío. Es raro, en estos tiempos, ver parejas que caminen abrazadas. Ella...