Una pareja pasa por la costanera. Van abrazados, como si sintieran frío. Es raro, en estos tiempos, ver parejas que caminen abrazadas. Ella es un poco más baja, lo que le permite a él cruzarle el brazo derecho sobre la espalda y sostenerla arrimada a su cuerpo. Ella lo lleva agarrado por debajo de la espalda. Hablan mirándose a los ojos. Ella tiene toda la atención puesta en él. La mirada, de abajo hacia arriba, concentrada en la escucha, la empequeñece un poco más de lo que realmente es. ¿Cómo será el vivir así, el uno aferrado al otro, sin espacio para nadie más? Tendrán unos cuarenta años, aunque ella parece más joven. Siguen caminando. Si no lo hicieran, sí detuvieran la marcha, tranquilamente podrían completar el abrazo, besarse y quedarse así, ensimismados, en su propio mundo, ajenos a los flamencos, a los cisnes, y patos que pueblan la bahía, y al paisaje de lagos y montañas cubiertas de nieve que los rodea.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
Gracias por convertir la búsqueda del conocimiento en un viaje apasionante y revelador.
ResponderBorrarRespeto por el compromiso de crear contenidos accesibles e inclusivos para todos los lectores.
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