Ya limpié mi invernáculo. Desmalecé lo que había quedado de
la temporada anterior. Ordené un poco mi patio quitando las hojas muertas. Ya
empecé a tirar algunas semillas de flores con la esperanza de sumar en el
verano alguna especie más a las que ya tengo aclimatadas. Me queda empezar a
preparar los almácigos. Pero no he tenido tiempo para ello. En eso estoy
atrasado. Todos los años digo lo mismo: apenas termine el invierno, apenas ese
manto blanco que cubre de frío mi patio desaparezca y el sol me entregue una
par de horas de luz en el día, voy a sembrar. Pero siempre pasa algo y pierdo
estos días. O mejor dicho ocupo estos días en otras cosas que surgen inesperadas.
A veces pienso que, si no fuera por lo inesperado, qué insulsa sería ésta vida.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, septiembre 30, 2015
lunes, septiembre 28, 2015
Las huellas del frio
Se nos fue otro invierno. Por momentos parecía esos caminos
interminables en los que uno se cree perdido. Pero no, por suerte el mundo
sigue girando, y la primavera ya comienza de a poco a sentirse.
Aunque debo reconocer que cada vez se me
hace más duro transitar los sombríos días de agosto esperando a que las jornadas de sol se
alarguen, a que las temperaturas bajo cero dejen de escarchar nuestro estado de ánimo.
Me salvan las lecturas.
Y el sentarme a
escribir.
Y el pensar que, en medio de tanta penumbra, tal vez se esté
engendrando un nuevo libro.
miércoles, septiembre 09, 2015
Sólo lo sentí
Hoy volví a presentir la guerra muy cerca de mí.
El vuelo rasante de un ave de guerra pasó por mi cielo. Sentí el estruendo, seco y explosivo.
Mi
nieto, sentado en la mesa tomando su sopa de letras, levantó la vista.
Hoy
sentí la muerte muy cerca de mí.
La imagen del chico sirio que dio vuelta al
mundo volvió a mi cabeza.
Hoy sentí el miedo muy cerca de mí. Era mediodía y no
lo esperaba. Tampoco las aves que anidan en la bahía sabían de él.
El recuerdo de
Malvinas me nubló la vista: los chicos muriendo de frio en las islas.
La
estúpida guerra sobrevoló de nuevo por mi techo.
No fue un simulacro, el Mirage de la Fuerza Aérea vino a despedirse. No traía
consigo la amenaza cierta de descargar su furia. Vino a despedirse, a decir que se iba., y a recordarnos que por estos lados, muy cerca de aquí, hubo una guerra.
Trajo a mi memoria un sueño muy loco en el que mi nieto, con su
uniforme verde, golpeaba mi puerta y decía contento: volví abuelo, volví.
Hoy
sentí de nuevo un poco de angustia.
El vuelo rasante duró unos segundos y no
alcancé a verlo, sólo lo sentí.
Transcurrir
Afuera cae nieve arrastrada por el viento. El día es soleado
y aun así, está nevando. Hace frío pero no alcanza para que se forme la
alfombra blanca que nos recuerde que todavía es invierno. Mis álamos supuran
brotes ocres que nada dicen de ese follaje verde que pronto llegará. Como nada
dice este opaco día que la primavera está por ahí nomás.
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