Se nos fue otro invierno. Por momentos parecía esos caminos
interminables en los que uno se cree perdido. Pero no, por suerte el mundo
sigue girando, y la primavera ya comienza de a poco a sentirse.
Aunque debo reconocer que cada vez se me
hace más duro transitar los sombríos días de agosto esperando a que las jornadas de sol se
alarguen, a que las temperaturas bajo cero dejen de escarchar nuestro estado de ánimo.
Me salvan las lecturas.
Y el sentarme a
escribir.
Y el pensar que, en medio de tanta penumbra, tal vez se esté
engendrando un nuevo libro.
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