Ayer, después de un largo invierno, salí a mi patio. Preparamos una melga de tierra y sembramos papas. Acomodamos un poco los ajos, que ya asoman con fuerza. Limpiamos los cursos de agua de las vertientes para que el agua circule. Podamos algunos sauces que dan a la calle. Conectamos las mangueras de riego. Un día primaveral. Termino la jornada cansado, pero feliz. Mañana, me digo, voy a empezar a preparar los primeros plantines, seguir la poda de los rosales y comenzar a preparar el invernáculo para la temporada. Hago planes, confiado en que el invierno ya fue y que los días por venir, van a tener la calidez que ha tenido esta jornada. Hoy, 20 de septiembre, me levanto temprano, corro las cortinas de la ventana y afuera, el señor invierno, me dice, aun estoy acá, no me ido, tus planes no son mis planes. Y si bien, me sorprende el cambio, porque debo dejar mis planes de lado, no dejo de alegrarme, por esta nieve que cae lentamente y que muy bien le vienen a mis plantas.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
martes, septiembre 20, 2011
miércoles, septiembre 14, 2011
Saber
¿Cuándo lo viejo pasará a ser antiguo? ¿Cuándo, el pasado se volverá historia y sus fantasmas dejaran de golpear a la puertas de tus sueños?
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Zafar
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