Una puñalada, dos puñaladas, tres puñaladas, cuatro puñaladas, cinco puñaladas; el forense hizo una pausa, levantó la mirada como buscando en el cielorraso una respuesta a la única inquietud que le daba vueltas por la cabeza, en qué momento dejó de sufrir, se preguntó. Seis puñaladas, siete puñaladas, ocho puñaladas. Cuando registró la número trece, pensó en el victimario, en por qué no se detuvo acá si ya había cumplido con el cometido de quitarle la vida. Cuál habrá sido el motivo que lo llevó a seguir clavándole el tramontina hasta superar las cuarenta puñaladas. Hizo el informe, lo firmó y regresó a su casa.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
Hola
ResponderBorrar