Cruzamos un curso de agua que comunica a la bahía con el lago. Por el transitan algunas percas y las gaviotas aprovechan para alimentarse. El diseño es perfecto. Cuando el lago baja, la bahía también retrocede y el arroyo –afluente de la misma- continúa dándole vida, hasta que los deshielos vuelvan a inundarlo. Ahora bien, la bahía, nunca corta el contacto con el lago, sigue fluyendo hacia él.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
Parece un lugar maravilloso donde se siente paz.
ResponderBorrarSaluditos!
El arroyo como un cordón umbilical, bahía y lago, madre e hij@ siempre en contacto.
ResponderBorrarHermoso.
Felíz día