Levanto la vista y veo la cruz clavada como una espada en la roca. Recuerdo que hace una década, con la excusa del fin del milenio, surgió la idea de plantar una cruz en la isla como para curarla de su soledad. Los preparativos fueron muy intensos. El 31 de diciembre de mil novecientos noventa y nueve, cuando el reloj diera la ultima campanada, se encenderían los fuegos artificiales detrás de la cruz y el pueblo daría rienda suelta a los festejos. Todos esperamos con ansia ese momento. Levantamos nuestras copas y nos asomamos por la ventana para ver el espectáculo. Debe haber sido una de las noches más frías y ventosas que recuerde para esa fecha. El espectáculo no empezó. De manera esporádica algunas explosiones se dejaban ver, pero nada tenían que ver con lo que se había anunciado. Después aparecieron las llamaradas de fuego. Un espectáculo dantesco rodeo la isla y el festejo se frustró. Los hombres que estaban en ella preparando todo, debieron ser evacuados y no hubo que lamentar victimas. La isla recupero su soledad.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Que tengas muy felices fiestas.
ResponderBorrarUn abrazo muy grande.
La soledad no tiene amigos...
ResponderBorrarUn abrazo