Siempre está presente. Aunque a veces la bruma de invierno la cubra como con un velo, ella está ahí. Frente a nosotros, cerca de la costa, frente a la ciudad, sumergida en el lago. Alguna vez alguien me insinuó que su imagen recordaba a la Isla negra de Neruda, pero no, esa comparación me pareció un exceso. Ella es –ni más, ni menos- la Isla Solitaria. El hermano viento nos regala hoy un día de calma. Faltan pocos días para el verano y recién hoy podemos decir que tenemos un día primaveral. Hemos visto que la franja que separa la bahía del lago, está ya dibujada sobre el horizonte y nos decimos que este es el momento para intentar hacerle un poco de compañía. Para mitigar esa soledad a la que -uno imagina- la han condenado los movimientos de la madre tierra.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
Que lindo para preparar el mate y pasar la tarde en esa isla solitaria.
ResponderBorrarUn beso :)
Soy capaz de transportarme a esa Isla sin salir de casa.
ResponderBorrarUn abrazo
Un paisaje precioso, y lleno de tranquilidad.
ResponderBorrarUn beso.