Llegó temprano a la
oficina, cosa poco común en ella. Clarita ya estaba sentada en su escritorio
con la computadora encendida. Siempre igual, siempre sonriente, siempre
temprano, siempre eficiente y como preparada para hacerse cargo del mundo. Trató
de desentenderse, de no prestarle atención, de hacer como si su llegar temprano
no fuera una excepción en su vida laboral. Se quitó el gorro, la bufanda, los
guantes, la campera y un sueter que solía ponerse cuando le tocaban estas
mañanas frías. Cuando se disponía a ubicarse en su puesto de trabajo, sintió la
proximidad de Clarita, que sigilosamente se había levantado y con una taza de café
en la mano, venía hacia ella, con, uno vaya a saber, qué intención. ¿Te pasa
algo? Le susurró al oído. Ella se dio medio vuelta, sin desacomodar el cuerpo,
como queriendo disimular eso de estar pasando un día de mierda. Nada, no me
pasa nada. ¿Qué te hace pensar que me puede estar pasando algo? Contesto,
pensando en que su respuesta, en forma de pregunta, haría que Clarita
retrocediera, o desistiera de continuar con su indagatoria. Pero no, nada de
eso pasó. Todo lo contrario. Clarita dio un par de pasos, se puso del otro la
del escritorio, apoyó sus manos en él y como disfrutando de esa oportunidad que
ella le había servido en bandeja le dijo, ahora en voz alta: Si a vos no te
pasa nada, avisale a tu cara querida, porque tenés toda la pinta de haber
atravesado un temporal.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Justo ayer le dije a alguien esa frase de "díselo a tu cara"...es IMPORTANTE transmitir con ella Un abrazo
ResponderBorrarComo decía la mamá de mi esposa..."no solo hay que serlo sino también parecerlo". Lindo relato, grandes saludos.
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