Extraño a algunos amigos.
Dejé de
estar en contacto con ellos hace ya unos cinco meses.
Lo hice voluntariamente.
Promediaba una fresca mañana de mayo cuando decidí desactivar mi cuenta de Facebook.
Para no tener que dar muchas explicaciones, prometí volver. Marqué la opción en
la que se asegura que tal decisión es temporaria.
Desde ese momento perdí el
contacto con la mayoría de los contactos que allí tenía. Unos trescientos cincuenta, sí no mal
recuerdo.
Por fuera de la red sólo conservo el trato con no más de una decena
de ellos.
El resto quedó atrapado en la realidad virtual, alimentando el perverso monopolio
de la amistad que parece estar construyendo Facebook.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
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