Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, agosto 01, 2018
Lejos
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Zafar
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Coincido, nadie debería quedarse en un lugar donde no hay nada.
ResponderBorrarReviviendo el blog propio, encontré un comentario tuyo y no podía no meterme aquí.
besos
Angie Pagnotta. Leyendo tu comentario te diré que discrepo contigo, que en cualquier lugar por remoto y desértico que sea -esta foto bien podía ser La Patagonia- encierran belleza y en nosotros está descubrirla. Es cuestión de tiempo y de ponernos a ello.
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