Ir al contenido principal

Presente III

No recordaba cuantas carpetas había entregado, ni cuantos mail había mandado, ni cuando había abandonado la idea de incorporarse a una empresa importante, para aceptar cualquier cosa, mientras tuviera que ver con lo que había estudiado, estaba dispuesta a realizar el esfuerzo que fuera necesario. Revisaba su correo a la mañana antes de salir y a la noche al regresar, mensajes de sus amigas, mucho spam, le iban minando su animo y el temor a tener un bajón, la acosaba cada vez que apagaba la computadora y enfilaba para su cama. 

Comentarios

  1. Tuve épocas de bajones...ahora afortunadamente no...Besos

    ResponderBorrar
  2. Y algunos a veces se convencen
    que si no hay trabajo en lo que
    le gustaría tendrán que empezar
    a lo que mejor se adapten.
    Es la triste realidad pero es lo
    que está ocurriendo. El que trabaje para lo que estudió tiene
    verdadera suerte.Ella puede
    ser una de las afortunadas.

    Besos.

    ResponderBorrar
  3. Mucho spam... demasiado spam...
    lo mejor de los bajones, es la remontada.
    besazos!!!!

    ResponderBorrar
  4. pero cuando nos enfilamos al a cama nos esperan los sueños reales. a veces no los recuerdo, pero sé q están aquí y estarán en un rato más q vaya a dormir.

    saludos!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

Encuentro

Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...