Y ahora estaba igual, haciendo por cuatro meses un esfuerzo más, pensando en el futuro, se sentía como ausente de si misma, como si el tener su cabeza puesta en metas futuras la hubiera desarraigado del presente. No estaba presente, pensó. Se miró al espejo y no se reconoció o por lo menos no encontró a la Mariana que alguna vez fue, la que estaba siempre sonriente y dispuesta a todo, la que buscaban en la escuela para el centro de estudiantes o para armar las carrozas, la que organizaba los picnic o las rateadas, consentida por su madre que le pasaba en el supermercado algunas medialunas para que fueran al arroyo a tomar mates. No, esa mariana ya no estaba y tampoco estaba la que algún momento imaginó que podía ser: la Licenciada en turismo que recorría exitosamente los lugares más extravagantes del planeta.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Bueno, tambien hay que poner límites, porque cuando uno vive planeando el futuro se le va entre las manos el presente.
ResponderBorrarSaludos ;)
Muy lindas la imágenes que usas, me han gustado mucho.
ResponderBorrarGracias por pasarte por mi blog :)
Beso!
A veces nos sorendemos de nuestros propios cambios. Me encanta la estampa nevada. Besos y feliz jueves
ResponderBorrarMariana se impacienta pronto o quizás en la escuela le vendieron el futuro demasiado bonito
ResponderBorrarQué lindo estás escribiendo...
ResponderBorrarMuchas veces nos desconocemos. Vale la pena el esfuerzo por volver a encontrarnos.
Beso grande
¿Quien no se ha mirado alguna vez a un espejo y ha visto sólo una sombra de sus sueños?
ResponderBorrarSupongo que a todos nos pasa en algún momento... pero la vida está llena de espejos... y de sueños.
Besos.
...
ResponderBorrarHola.
Insisto en que tus fotos son muy buenas. El post de "Busquedas" mostró una foto maravillosa: un árbol con rostro verde. Como si la naturaleza hubiera logrado pescar un alma.
Por cieto, en mi computadora tengo como protector de pantalla una foto de los glaciares. Me la regalaron mis amigochas que conocieron tu país, sintieron El Calafate.
Leí tu historia desde el inicio. Vaya cosa, ese "espejo que huye", ese futuro que siempre corre y se resvala de nuestras manos, sin terminar de llegar...
Saludete para ti.
Mafalda
la mariana de mis días me hace sonreir y está presente. no es un amor exótico. es cotidiano.
ResponderBorrarsaludos para vos!
Há que seguir sonhando mesmo quando nos olharmos ao espelho e não nos reconheçamos.
ResponderBorrar"Eles nem sabem nem sonham
que o sonho comanda a vida
e sempre que o homem sonha
o mundo pula e avança
como bola colorida entre as mãos de uma criança" - Pedra Filosofal de António Gedião.
Beso
Hai que seguir sonhando, Mariana!
La esencia nunca desaparece. Debajo de toda esa nieve está la Mariana de siempre. Más vivida, sí, pero ella.
ResponderBorrarUn besito