Voy subiendo, el paisaje conmueve por si mismo, no hay espacio ni distancia comparable, la soledad suma inmensidad y uno solo piensa en tocar el cielo con las manos. Ya estoy en lo más alto, no hay nada que me haga pensar que los más de cuatro mil metros de altura en los que me encuentro puedan exigirme algún esfuerzo adicional. Siento que ha valido la pena llegar hasta aquí, para ver este cielo y estos montañas, desde donde me siento distinto a todo lo que he sentido hasta aquí. Giro y de pronto la encuentro a ella, como aferrada a este paisaje, refugiada entre esas misma piedras en las que sus manos tallan imágenes ancestrales. Y no puedo, sino detenerme, parar, dejarme transportar a ese pasado que late en medio de la quebrada de Humahuaca.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Fue fácil acompañarte en esa subida, y luego encontrarla a ella tallando empecinada su pasado y sus saberes tantas veces arrebatados.
ResponderBorrarBeso
Estercita
Me colgué mirando las otras fotografías, se ven y se escuchan, es apasionante
ResponderBorrarLas emociones se disparan a tantos metros de altura.....La foto es preciosa. Besos
ResponderBorrarella es una imagen ancestral que se talla a sí misma. se me emocionaron los ojos y el alma. tan suave y tan dura esa mujer, ahí. tan vulnerable, susceptible, protegida. te envidio la experiencia.
ResponderBorrary otra vez, gracias, alberto, por tus ojos!
Diríase que lleva allí desde el primer dia de la Creación...
ResponderBorrarQue siempre estuvo.
Salu2
Viajar al norte es meterse en la máquina del tiempo. Es una experiencia maravillosa.
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