Está cambiando el aire. Lo hace con fuerza. Como si ya no soportara más
permanecer así. El aire que respiramos por varios días viaja a unos cien kilómetros
por hora rumbo al Atlántico. Se lleva nuestros suspiros, nuestros enojos y todo
aquello con lo que lo cargamos mientras circula por nuestro organismo. El aire
que llega viene desde el Pacifico. Atravesó la cordillera y aunque su permanencia
entre nosotros es casi efímera, se respira bien, limpio, como aire nuevo.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
¡dale amigo! ¡seguí escribiendo! es como nadar o andar en bicicleta....no te olvidás mas. Un saludo!
ResponderBorrarNo hay nada como aire limpio!!! un beso
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